El emblemático festival de rock independiente de Buenos Aires celebra su octavo año con grupos y solistas procedentes de la metrópoli y diferentes ciudades del conurbano bonaerense y Uruguay. El periodista y escritor Juan Manuel Strassburger detalla la cocina de una atractiva apuesta sin patrocinadores. Comienza Festipulenta.
“Pulenta” en Argentina es un vocablo de uso corriente que proviene de “polenta”, antiquísimo alimento del norte de Italia que se hacía con una mezcla de papilla y mijo, y en las pampas, a base de harina de maíz. Es el plato que ha saciado a generaciones de familias trabajadoras, ya que un paquete de polenta rinde para un banquete y es todavía accesible. En la jerga,“pulenta” es sinónimo de fuerza y vigor. Y fue el nombre combinado que eligieron los periodistas Nicolás Lantos y Juan Manuel Strassburger para signar la apuesta creativa que va por la edición número veintiséis.
Para revelar la importancia del Festipulenta en la escena independiente de Buenos Aires hay que recordar la historia argentina reciente: en 2004 la tragedia de República de Cromañón durante un concierto del grupo Callejeros minó los espacios autogestionados y clubes para bandas emergentes. Si bien se calificaron controles de habilitación, el asedio a sitios pequeños que cumplían con las nuevas normativas fue frecuente. Los lugares para tocar se redujeron a una serie de festivales en las que los grupos debían ceder el oro y el moro, aguardar la cooptación de algún certamen oficial o la reclusión clandestina.
«El Festipulenta se propuso recuperar cierta vitalidad y emoción habitual en el under y que durante 2008 observamos opacado o con bajo nivel de azúcar en sangre. Y no porque faltaran bandas o no fueran atractivas, sino porque la escena independiente en Buenos Aires después de Cromañón estaba hegemonizada por los eventos sponsoreados a los cuales los grupos que nos gustaban tenían poco o nulo acceso», detalla Strassburger. Bajo nivel de azúcar o más bien un exceso de edulcorante: «por otro lado, la manera en que se realizaban esos eventos no nos atraían para nada: ambientes “fríos”, sin alma, demasiados pendientes del estatus cultural y de lo bien visto».
Con el transcurso de los años la perseverancia y la transpiración de los shows pulenta generó un carácter legitimador para las bandas en cartel: el periodismo porteño comenzó a prestar mayor atención a su grilla y a exaltar el trabajo de bandas platenses como Sr Tomate y 107 Faunos, la intermitencia de Prietto Viaja al Cosmos con Mariano o Los Reyes del Falsete y Viva Elástico, del sur del Gran Buenos Aires. ¿Qué tufillo se respira en el festival? «Un clima amiguero, de festejo y expresividad emocional» exalta su curador, y sin pausa agrega: «para poder generarlo era fundamental que el lugar donde lo hiciéramos fuera aliado de la situación y que nos permitiera un buen acuerdo y buen pago a las bandas». Hubo cuatro sedes y la nueva en consonancia es el Espacio Cultural Mi Casa.
En ocho años hubo highlights memorables que van desde Acorazado Potemkin a las visitas de los uruguayos Hablan Por La Espalda, el show de Alejandro Medina (histórico bajista de Manal) y un cruce con Prietto y Mariano (de PVACCM), y el retorno de Perdedores Pop. Para armarse una idea sonora de la propuesta, sugerimos escuchar los tres compilados del festival en su Bandcamp.
Para la presente edición, el subtítulo señala “¡Especial Nuevas Olas!” y se anuncian en tres días grupos como La Suma de Todos los Tiempos, Julen y la Gente Sola (Uruguay), los sureños Placer, Amor en la Isla, Gente Conversando y la lista sigue auspiciosa. El plus que ya es moneda corriente en el evento: feria de discos, fanzines, cómics y la arenga especial de los poetas Fernando Bogado, Marysabel Sánchez Bouttó y Tálata Rodríguez. ¡Para celebrar!
