La remake del filme de principios de los 80 –que a la vez hurgaba en las enseñanzas de un clásico italiano–, sienta precedente en lo que entendemos por comedia musical moderna.
Hay películas que pasan a la historia cargando sobre sus espaldas el cartel de «paradigma de una época». Es cierto que la historia de Nine no reviste ninguna novedad: es una remake de un filme de 1982 que, al mismo tiempo, estaba basado en 8 y medio, el clásico inoxidable de Fellini. Pero también es indiscutible que el modo en que Rob Marshall, su director, expone en la pantalla su idea de comedia musical marca un antes y un después dentro de un género tan adorable como poco visitado: la música es actual y el acercamiento a las tradiciones es respetuoso y elaborado.
Nine relata el derrotero del director cinematográfico Guido Contini (encarnado por Daniel Day-Lewis), quien viaja a Venecia en un estado de depresión total. Más allá de sus fracasos profesionales, su verdadero problema son las mujeres: lo atormentan desde su esposa (Marion Cotillard), su amante (Penélope Cruz), su madre (Sophia Loren), su musa (Nicole Kidman), su diseñadora de vestuario y confidente (Judi Dench) hasta una periodista americana (Kate Hudson)… El objetivo de Contini es concentrarse en la producción de su nueva obra, justamente titulada Nine, pero con tantas faldas alrededor no hay caso.
