¿Cambios? Apenas algunos, pero significativos. En su segundo trabajo, el cuarteto de Nueva York renueva sus votos con el afro-beat moderno y presenta un álbum tan adictivo como su debut.
A la hora de clasificar la música de los neoyorquinos de Vampire Weekend hay un término imposible de eludir: «afro-beat», ese matrimonio fundado en los 70 que unió las tempestades rítmicas africanas con las cerebrales formas armónicas de la música blanca. Catalogar siempre es un fastidio, pero la fuerza de su álbum debut obligaba a hacerlo. Y si bien su nuevo disco, Contra, lleva en su sangre los mismos genes, la evolución hacia un sonido propio es más que evidente.
Para empezar, el ingreso de ciertas programaciones más delicadas y cuidadas suavizan un poco el ímpetu de algunas nuevas canciones, al menos desde el sonido. Para terminar, el espectro melódico es mucho más amplio: aquí mandan las canciones. ¿El resto? El decorado ideal para albergar melodías agradables y pegadizas.
Así y todo, el fuerte del cuarteto es presentar sus temas de un modo peculiar, integrándolo todo como si se tratara más de una obra continuada que de una simple suma de canciones bonitas y algo desaforadas.
En síntesis, un álbum que pondrá calor verdadero al frío invierno. Eso sí, hay que escucharlo de un tirón: un disco no apto para el «shuffle» del I-pod.