La ex líder y alma-mater de Amparanoia da un giro en su carrera para presentar un disco prácticamente acústico, en el que sus canciones íntimas aparecen embellecidas por el dúo de Tucson.
Invierno de 2006, Montreal. Amparanoia, mítico grupo comandado por la voz y la explosiva personalidad de Amparo Sánchez, viaja a Canadá para ofrecer un concierto en el prestigioso festival de jazz de la ciudad. El plan se ve modificado cuando algunos de los músicos de la banda pierden el avión, por lo que Amparo no tiene otro remedio que subir al escenario sola, apenas secundada por un contrabajista y un batería.
El concierto, para sorpresa de muchos, es un éxito increíble. «Lo que ocurrió ese día fue algo mágico», dice Amparo. «Siempre me inspiraron artistas como Billie Holiday, Chavela Vargas o Nina Simone. Es decir el jazz, el blues y el son. Ya hacía bastante tiempo que tenía ganas de hacer algo más sutil e íntimo, para poder tocar en público de otra manera y que se deje llevar por la música y por mi voz».
Tres años después, con Amparanoia disuelto, conciertos de despedida y un prontuario artístico envidiable – más de mil actuaciones, siete álbumes publicados en apenas once años -, llega su primera experiencia solista, Tucson-Habana. ¿Por qué Tucson? Porque quienes la acompañan son ni más ni menos que los fundadores de Calexico, Joey Burns y John Convertino. Es, sin duda, su álbum más personal, íntimo y acústico, un trabajo que ofrece un giro total a su carrera de una manera original y auténtica. Todas las canciones están escritas por ella y acompañadas por una instrumentación exquisita.
Paisajes del desierto y del caribe más añejo, sonido analógico, letras que mueven por dentro, voz directa y desgarrada, emoción… En fin, arte en estado puro.