Al principio, no fueron pocos los que fruncieron el ceño al enterarse que Leonor Waitling, ya consagrada como actriz, decidía poner en riesgo su reputación al frente de un proyecto musical. No es que nadie haya desconfiado del talento de la chica, nada de eso. Pero sobran ejemplos de fracasos rutilantes cuando un artista decide probar suerte fuera de terrenos conocidos.
Años después, Marlango ya no despierta sentimientos encontrados, sino que se ha estabilizado como un barco autónomo y de una calidad indiscutible que navega un océano propio, habitado por canciones suaves y jugosas, todas cantadas en inglés.
¿Qué diferencia al flamante Life In The Treehouse de entregas anteriores? Aquí manda la experiencia, ese rasgo que sólo se adquiere con los años y que, como los buenos vinos, macera para convertirse en un producto cada vez mejor. Las nuevas canciones, impregnadas de luz y sensibilidad, son la mejor prueba.
