El volumen es, para el compilador Javier Memba, «una crónica a través de treinta años que constituyen la banda sonora de nuestras vidas». Imposible definirlo mejor: en cada una de las imágenes de portadas de vinilos que aquí se presentan descansa un recuerdo, un sonido, una experiencia, toda una época que despierta tanto la nostalgia como la revalorización de determinados artistas, algunos olvidados demasiado rápidamente.
«Lo que nos cuenta Javier en este libro es parte de nuestra propia historia. Esa parte que se concentra en un área de la memoria que hemos dedicado a cultivar el recuerdo, los buenos momentos, los amigos de verdad, los novios y las novias… Los pequeños desencantos y las grandes alegrías de nuestra vida. Siempre, todos ellos, han estado acompañados por una canción. Y por la imagen de aquellos vinilos que llevábamos a los guateques y guardábamos en horrendos álbumes de plástico con las tapas de cartón forrado», dice a su vez José Ramón Pardo, no sin emoción, en el prólogo.
No hace falta ser un nostálgico, mucho menos un coleccionista, para poder disfrutar cada uno de los diez capítulos en los que están agrupadas las portadas. Pero sí que sirve para ejercitar la memoria y, en el caso de los más despistados, salir corriendo a conocer todo aquello que se perdieron en su momento.