Después de dos discos que partían del tango electrónico para dispararse hacia toda clase de sonidos, el músico argentino sorprende con un álbum de boleros modernos.
Cuando en 2001 el argentino Federico Aubele viajó a Berlín huyendo de la crisis económica que sacudía a su país, seguramente no imaginó que en el Viejo Mundo le aguardaba una carrera que en pocos años creció mucho.
Después de haber editado en 2003 su celebrado debut —Gran Hotel Buenos Aires— bajo la producción de The Thievery Corporation y amparado por el sello del dúo, cuatro años después lanzó Panamericana, casi una continuación de aquel primero: en ambos brillaba el tango en su vertiente más lounge. Hoy, su tercer álbum toma otros rumbos para establecerse en el bolero, ese ritmo de letras mimosas y ritmos arrastrados que versa, como debe ser, sobre el amor y sus complicaciones.
Claro que tratándose de Aubele los géneros tradicionales pasan por su picadora de carne, una máquina que a fuerza de sonidos, beats, flows y demás delicadezas electrónicas le imprime su sello a todo aquello que toca.