Como ya viene siendo habitual en La Mar de Músicas, el cartel raya lo impresionante.
Este año en Cartagena el país invitado es Colombia (actuarán entre otros La Mojarra Eléctrica, Bomba Estéreo, Choc Quib Town, La 33, Aterciopelados y Totó La Momposina ) y la nómina de «relumbrónicos» es de aúpa: superestrellas africanas como Toumani Diabaté, Salif Keita y Youssou N’Dour, brujos brasileños de la psicodelia y el subsuelo (Os Mutantes, Céu), anglosajones de nobiliaria cuna y nula sospecha de concesiones mercadotécnicas (Patti Smith, Martha Wainwright cantando a Edith Piaf, Kronos Quartet, Melody Gardot, el sonido hechicero de Indi Zahra), el duende de Diego El Cigala en clave de tango, el ecumenismo sonoro de Gotan Project, la locura zíngara de Mahala Raï Banda o las pinceladas rítmicas de esta batidora llamada Macaco.
Y no puede soslayarse el invento Afrocubism, alianza cubano-maliense que saca de las entrañas de este doble vórtex creativo el maridaje armónico más impactante que pueda imaginarse. Todo esto, claro, entre muchas otras cosas: ojo que se queda corto el papel para hacer semblanza fiel de toda la oferta.
Una oferta, por cierto, que va más allá de la música, y que se diversifica con una mayor intensidad en la tierra de Isaac Peral que en otros terruños de parecidas inquietudes panculturales. Plástica (brillante Nadín Ospina), cine (desde Cabrera con Perder es cuestión de método a talentos de cuño más reciente, como Navas o Guerra) y la siempre floreciente literatura del país de García Márquez, un fanal que ha creado escuela y, como buena luz paternal, alumbra a los que osan emerger de entre las sombras.
Cartagena lleva al extremo el espíritu plural en una cita que abruma y, al mismo tiempo, ejerce de bicarbonato en los estómagos asolados por las ensaladillas indigestas del estío musical español. Periscopio arriba, señores: desde mañana y hasta el 24 de este mes, no hay que perderse una sola nota.
