La embajadora internacional de Sri-Lanka presenta un tercer álbum con menos hits bailables y mucho hip-hop afilado.
Cuando a principios de siglo MIA hizo su irrupción, no fue difícil detectar a una nueva guerrera de la electrónica de protesta con contenido social: sus letras clamaban por los derechos de los inmigrantes ilegales en Europa, muchas veces invocando su propia historia: sus padres son de Sri-Lanka, pero viven en Londres desde hace años, aunque nunca lograron obtener la legalidad.
Pero es evidente que muchas cosas han cambiado en los últimos años. MIA ha sido madre, fue nominada al Oscar y sus históricos problemas con las autoridades estadounidenses quedaron en el pasado. Así fue que pudo registrar su nuevo trabajo, Maya, en Los Ángeles, debutando a la vez con el sello NEET.
En este tercer disco ha compartido la autoría de los temas con Blaqstarr, aunque tampoco faltan otras colaboraciones, muchas recurrentes en su corta pero intensa discografía: participan Diplo, Switch y Rusko y Derek E Millar, de Sleigh Bells. Más cerca del hip-hop que del dancehall que la lanzó a la fama mundial, Maya no ofrece demasiados hits en potencia, a favor de un álbum más integral que nunca.
El bonus es la edición límitada que ofrece cuatro temas inéditos y un diseño imperdible: el CD aparece cubierto con una funda de plástico rígido y efecto lenticular que le da al conjunto un efecto 3D tan alucinógeno como la música que contiene.