Aquellos que tienen más años (y más memoria, claro) seguramente recordarán haberse topado en las páginas del periódico (y más de una vez) con personajes como El Vaquilla y El Jaro, por ejemplo. Dos nombres que se convirtieron en extraños héroes de la marginalidad delictiva de los años 80 para pasar a la posteridad.
Hoy, más de veinticinco años después, la exposición Quinquis de los 80 (del 9 de julio al 29 de agosto) decide recordar sus hazañas a través de una muestra potente, tanto a nivel sociológico como periodístico. En la sala, en forma paralela, se analizará los recreativos como principal forma de ocio de los adolescentes, protagonistas de la exposición. Es decir, al grupo de jóvenes de los setenta con la industria de la cultura juvenil en su contexto internacional y sus formas de consumo capitalista, algunos de los cuales terminaron siendo quinquis.
Según las comisarias, Mery Cuesta y Amanda Cuesta, el punto de partida de la exposición es la figura del quinqui o delincuente acuñada por el género cinematográfico de delincuencia juvenil, que vivió su momento de apogeo en nuestro país entre los años 1978 y 1985. La muestra se agrupa en dos sectores: uno se ocupa de la figura del quinqui como icono; la otra, en la representación estetizada y estereotipada del delincuente de los ochenta.
«No es sólo que las noticias de prensa alimenten a las películas: también las películas alimentan los periódicos de sucesos. Detrás del mito, analizado y evaluado a fondo en la exposición, queda el hecho real, al cual hay que buscar también las explicaciones y las motivaciones, sobre todo por ser capaces de impedir en el futuro tragedias individuales como las vividas por los quinquis de los ochenta, tragedias, que, en el fondo, suponen la constatación de un fracaso colectivo».
Interesante. Más info: www.lacasaencendida.es