Las nuevas canciones de uno de los héroes anónimos del rock argentino actualiza su discografía solista y suma romanticismo en clave pop-rock.
Qué: Disco (independiente)
Fundó Fricción, una de las grandes bandas de culto del rock argentino de los años 80. Fue parte de Soda Stéreo. Le dio vida a Los Siete Delfines, que en los años 90 experimentó como pocos. Y, en sus últimos años antes de la tragedia, fue la sombra musical de Gustavo Cerati, su gran amigo y compañero de aventuras musicales. Richard Coleman es, que nadie lo dude, una institución del rock argentino. Tras saldar cuentas con sus influencias en un disco de versiones que sus fans amaron –A Song Is A Song, de 2012, donde grabó lecturas propias de David Bowie, Johnny Cash, PJ Harvey, Nick Drake y Pink Floyd, entre otros–, finalmente llegó el momento de revivir su carrera solista para presentar una nueva colección de canciones de aire oscuro con espíritu luminoso, que coquetean con el rock y con el pop con la misma pasión, la especialidad de la casa. «La idea original era componer una docena de canciones simples sin computadora», dice Coleman sobre su nueva criatura. «No lo logré, pero intentándolo hice una cantidad de canciones que reflejan, sin ser explícito, lo difícil que es negar el “sistema” en el que vivimos». Además de eso, también reflejan la grandeza de un guitarrista excepcional, por concepto y por sonido, y de un autor de canciones poco habitual pero definitivamente seductor.