El sexto disco de Raúl Fernández, que marca su debut con El Segell del Primavera, es un dechado de libertad absoluta, sin ataduras a su propia historia.
Qué: Disco (edita El Segell del Primavera)
De haber sido uno de los ángeles caídos en el primer caso de huelga documentado en la historia celestial, Refree habría sido a un tiempo forjador y esquirol, un híbrido entre el voluntarioso adalid y la rémora nihilista. Raúl Fernández dibuja sus mapas con trazos tan decididos como aparentemente anárquicos, y el resultado entusiasma a los oídos abiertos hasta el amanecer: afortunadamente, no camina en una dirección concreta. Su música no puede caer en lo previsible, porque no da la sensación de prever mucho, sino de disfrutar a la hora de darle al bandazo el protagonismo de sus creaciones. Y el evidente regusto por sonidos añejos (matizados por arreglos imposibles) hace que el poso sea extrañamente familiar, cercano. Kikirikí podría ser la historia de amor de un gallo marciano y una gallina venusina, citados en la órbita terrestre tras un apasionado romance transplanetario; Orgía dibuja un guateque naif que se convierte de pronto en el brunch dominical de Frank Zappa, y Els fills dels nets, que arranca como una cara B del Downward Spiral, de Reznor, acaba sonando a la pieza más colorida de Tachenko. Así crea este tipo versátil capaz de trabajar con flamencos, raperos o el guitarrista de Sonic Youth: produjo el último acústico de Lee Ranaldo. El referido y recién editado cóctel de sensaciones –cuyo título homenajea al campo de fútbol del Sabadell– se plasmará con banda completa el 14 de septiembre en el Mercat de Música Viva de Vic.