La guitarra marca el camino, y la voz lo serpea. Un disco sereno, preñado de la alegría que no necesita de alharacas, y que conquista a la primera escucha, con los recargos tecnológicos sentados en el banco de los suplentes.
Qué: Disco (edita Foehn)
La desnudez del alma es un concepto que, visto fuera de contexto, resulta algo cursi, redicho. Cuando el sujeto de tal condición es auténtico, creíble, la idea ya suena más coherente. Un guante que le calza perfectamente a la mano del guitarrista y cantante Víctor Herrero. Su voz está a un paso del ay lastimero y a otro del guiño cómplice: la equidistancia le emparenta con gargantas del calibre de Nick Drake, José González o, incluso, Caetano Veloso. Más conocido hasta ahora por su mancuerna creativa con Josephine Foster (cantante, compositora y esposa), Víctor ofrece aquí en diez tientos su menú cien por cien natural, sin colorante ni conservante alguno. Se recrea en los versos: repite frecuentemente el final de las estrofas, para reforzar el trazo y dibujar estampas bucólicas que aluden a paisajes internos y externos, con acento en los detalles. Y siempre con un poso de luz, buscando y encontrando razones para sonreír al alba, aunque ese primer rayo del día sea preludio de oscuridades.