Gándara, uno de los mejores prosistas españoles a juicio de sus propios colegas reflexiona sobre el dolor y su hipotética cura en una historia que se apoya en las inexorables servidumbres de la madurez.
Qué: Libro (edita Alfaguara)
El cántabro Alejandro Gándara debutó con aquél relato espectacular llamado La media distancia, ganó el premio Nadal con Ciegas esperanzas, el Herralde con Últimas noticias de nuestro mundo y acabó de conquistar a los escépticos (si es que había alguno) con El día de hoy. Ahora regresa con esta novela, que se convierte a ratos en ensayo; tiene como protagonista a un escritor y profesor que ya ha cumplido los cincuenta, y se enfrenta en un solo año a la muerte de varios seres queridos. Esta cadena de sucesos luctuosos le hace replantearse sus logros y prioridades vitales. Decide entonces centrar sus esfuerzos creadores y lectivos en hallar un consuelo eficaz para el dolor y la tristeza. La reflexión no deja lugar a dudas. «Lo tranquilizador, quizá lo consolador –dice– no es que todos los humanos mueran, sino que todos viven, del primero al último, y que ése es el verdadero legado que han dejado los predecesores, del mismo modo en que lo dejarán los que ahora existen a quienes les sucedan sobre esta Tierra».