El séptimo álbum del cantautor argentino reafirma su inconfundible rumbo estético y profundiza su pasión por las palabras.
Qué: Disco (edita Oui Oui Records)
La primera noche del fantasma debería sorprender no tanto por los climas musicales, la voz al borde del abismo o sus magníficos textos. Después de todo, es lo que viene proponiendo Gabo Ferro desde hace unos años, cuando volvió a hacer música tras perder, literalmente, la voz en un concierto con Porco, su antiguo grupo. Lo que sorprende es que Ferro sea capaz, disco a disco, de mantener el nivel de su prosa, o incluso de superarla. Es cierto: al ser historiador, su relación con el lenguaje es más cotidiano que la de cualquier modesto cantautor. Pero eso no reduce su poder, sobre todo porque es más lo que dice que cómo lo dice. Quizás cueste acostumbrarse un poco a su voz, aguda y sensible, tan especial que requiere de cierta adaptación. El resto, ejemplar, como siempre: canciones delicadas y filosas a la vez, que recorren los rincones de las pasiones y las emociones como pocas son capaces de hacerlo.