He aquí el primer trabajo de una banda que proclama abiertamente que Madrid es un cementerio, hace irreverentes guiños punk a la movida ochentera y somete a sus fans al test de Cooper en clave etílica.
Qué: EP (edita Warner)
Dicen los libros de historia que allá por 2006, los hermanos Basilio se inventaron Los Nastys para dar forma a su costumbre de amenizar fiestas hasta la reducción de los seres humanos a soberanas piltrafas. Tres años más tarde, con Omar y Gonzalo aportando una dupla rítmica capaz de saltar setos y llevar a la cuadriga al triunfo en el circo, la banda acabó de armarse: después llegaría Alejandro de Lucas para encargarse de la pandereta y marcarse unos coros. El objetivo, una vez descartado aquello de sembrar para recoger en el futuro, pasó a ser una ingesta indiscriminada de semillas que no tenían por qué hundirse en la tierra. Tal dieta ha acabado desembocando en este disco, que proporciona a sus fidelísimos seguidores un punto de referencia para responder a las encuestas callejeras sobre sus ídolos. Cinco canciones de baja fidelidad, conceptos descontextualizados y el punto ácido necesario para meterle caña a su parroquia. Punk añejo, garaje intemporal, nervio y rabia: una fórmula imbatible en los directos y resultona para oídos sin complejos, piernas sin calambres y estómagos de hierro colado. El día 14, en el Wurlitzer Ballroom madrileño, toca presentación oficial en vivo.