Pamplonica de raíces libanesas, ciudadana del mundo y emperatriz del cool, Najwa desnuda su pulsión hedonista (y su cuerpo serrano) en este álbum pergeñado junto a Matías Eisen y Didi Gutman.
Qué: Disco (edita Warner)
Najwa hace lo que le da la gana. No se boicotea: por lo menos, no últimamente. Su espléndida madurez artística (es el sexto disco en solitario en doce años, además de los trabajos junto a Carlos Jean en Najwajean) cristaliza ahora en un álbum bailable que ha contado con un tándem argentino en los fogones: Didi Gutman, teclista y alma del trío neoyorquino Brazilian Girls, y Matías Eisen, bajista afincado en España y cuyo móvil está fundido por las llamadas incesantes de la aristocracia del pop nacional. El título recuerda a la famosa película de los rednecks persiguiendo una fortuna en una carrera sin normas, diseñada por una panda de millonarios aburridos. Najwa sale desnuda en la portada: no es una anécdota, evidentemente: cuerpazo y elegancia. Una alienígena nívea, más parecida (por fortuna) a una llameante estatua de hielo que al Marilyn Manson de Mechanical Animals. Bajo el desnudo, canciones muy bien vestidas, para bailar sin parar y no pensar demasiado en la estructura molecular de los gnomos de jardín. El inglés vuelve a ser el idioma elegido para la comunicación artista-público, por una razón muy sencilla: a la multiplicadora de estos versos se le hace más difícil cantar en castellano. Las canciones duran tres minutos, pero Najwa avisa: en directo se puede triplicar la duración. El bajo, el teclado y la ductilidad de las bases electrónicas marcarán la pauta en ese sentido.