Nach se tira a la piscina del slam con un garbo que para sí quisieran muchos vates de Brooklyn o vociferantes de la famosa esquina de Hyde Park. Sin alejarse de su esencia (recitador citadino) sale airoso de la pirueta.
Qué: Disco (edita Universal)
El rapero alicantino (nació en Albacete, pero se crió a orillas del Mediterráneo) cumple los cuarenta en octubre, y lo celebra anticipadamente con un nuevo disco, que se desmarca levemente de su producción anterior. Nach se adentra en el terreno de la rima libre, la que no se somete al corsé de un ritmo o un patrón preconcebido. Riesgo y experiencia suele ser igual a calidad, sobre todo si el artista tiene cuajo y clase. Es el caso: atreverse con el slam cuando la nueva apuesta podría descansar perfectamente en el decorado previsto es una muestra de valentía. Nach siente la poesía y aquí expresa con rotundidad ese amor por las palabras, la polisemia y el metamensaje. La música (el pianista Moisés Sánchez entra ahí en escena) vehicula todo, naturalmente, pero el acento está en las sensaciones, en las mismísimas entrañas de quien habla y también del que escucha. Estamos ante un desnudo integral del alma. Las colaboraciones acaban de darle gusto al guiso, con nombres de peso: Pablo Guerrero, leyenda creadora que aún no se postula para homenajes lacrimosos (porque está vivito y coleando), el simpar violinista Ara Malikian o el todólogo Asier Etxeandía, un actor que habla con su cuerpo. Nach se pone el mundo por montera, más allá de corrientes o tendencias. ¿Qué es lo suyo? Lo que hace suyo. Punto y seguido, con disfraz de punto y aparte.