Un conflicto familiar y sus repercusiones sociales, los mandatos y lo que no se dice: la nueva cinta de la realizadora argentina coloca la cámara allí donde nadie mira para mostrar qué sucede cuando los sentimiento son la última opción.
Qué: Película (estreno en Argentina)
Celina Murga sabe de qué se trata cosechar aplausos cerrados en festivales, como acaba de pasarle en el de Berlín, y también sabe del respeto de sus pares, incluso de la crítica: con una filmografía escueta pero contundente –Ana y los otros (2003), Una semana solos (2007) y el documental Escuela normal (2010)–, ha logrado instalarse como una realizadora profunda, intensa y conmovedora. Estas características son las que llamaron la atención Martin Scorsese, el gigante de Hollywood: es el productor ejecutivo de La tercera orilla, la nueva película de la directora argentina. Como suele suceder con su cine, el filme narra una historia incómoda, en la que lo que no se dice tiene más peso que aquello que se expresa: Nicolás es un adolescente que vive en el campo, en la provincia Entre Ríos, con su madre, su hermana y su padre, a quien comparte con otra familia, la «oficial». Como todo hijo no reconocido, Nicolás sufre en silencio mientras se prepara para encarar su futuro inmediato, marcado por el mandato de su padre, que pretende que sea médico, como él. Sin embargo, las cosas no siempre suceden como están escritas, y es en ese conflicto, entre lo que quiere su padre, la mirada social y las propios sentimientos y aspiraciones del protagonista donde La tercera orilla remonta vuelo para hacerlo estallar todo en mil pedazos.