Después de una buena performance festivalera, se estrenó en Uruguay el segundo largo de Manolo Nieto, autor de la perturbadora La perrera. Se titula El lugar del hijo y está ambientada en la ciudad de Salto.
Qué: Película (estreno en Uruguay)
Todo mal. En esas dos palabras se concentra la deriva del protagonista de El lugar del hijo, un militante estudiantil que recibe la noticia de la muerte de su padre y debe viajar trescientos kilómetros al norte de la capital uruguaya. Entre otras cosas, se ve obligado a hacerse cargo de la liquidación del campo familiar, para saldar deudas y dejar satisfecho a prestamistas y acreedores. El mínimo desborde emocional se diluye en una escena en la que el muchacho busca dinero en los bolsillos de los sacos y pantalones del ropero del padre recién muerto. El escenario es el Uruguay de 2002, un territorio desencantado en el que la crisis se muestra enquistada en todas las situaciones cotidianas y en todo lo que decide filmar Manolo Nieto, con la asistencia en fotografía de Arauco Hernández Holz. Para colmo, el protagonista tiene problemas para expresarse y una leve discapacidad que no desentona con el ambiente friki que lo rodea: una huelga estudiantil bizarra, entre porros, vino y fiestas patéticas; la mujer de su padre y una chica llamada Alison que cumple quince años; la bestialidad extrema de los hombres de campo que le «ayudarán» en la yerra y la venta de todos los animales al frigorífico. Lo del principio: todo mal. Y, para peor, sin exagerar un ápice en la deriva de los personajes ni en los escenarios en los que se mueven. Hay un detalle no menor: al protagonista Ariel Cruz lo compone el actor Felipe Dieste, que por un desgraciado accidente quedó con dificultades motrices y en el habla, lo que vuelve perturbadora la relación actor-personaje. Una decisión del director que lleva al extremo su apuesta de bordear el formato docuficción. El lugar del hijo aparece como una nueva obra de ese cine que, al borde del documental y con historias mínimas y desangeladas, nos tiene acostumbrados esa generación de cineastas uruguayos que se dio a conocer al mundo con la emblemática 25 Watts. Al igual que en La perrera (2006), el director Manolo Nieto se muestra como el más punk de los autores cercanos a la estética «Control Z», emparentándose esta película con el tono de la notable Hiroshima, de Pablo Stoll.