En su nuevo disco, el uruguayo confirma su lugar de elite entre los autores latinoamericanos célebres de la era contemporánea. Grandes canciones, letras a la altura de su obra y una misión estética que amplía su búsqueda constantemente.
Qué: Disco (edita Warner)
Cuatro años atrás, Jorge Drexler instaló un nuevo estándar en su discografía. Eran los tiempos de Amar la trama, un gran disco que contó con una particularidad: fue grabado completamente en vivo, en un estudio, con una enorme cantidad de músicos. Inspirado, orgánico y orquestal, fue un álbum de quiebre. Hoy el autor uruguayo continúa profundizando ese camino, que en términos estéticos es lo opuesto a sus primeros trabajos –los que lo consagraron–, cuando el productor y compatriota Juan Campodónico comandaba la nave de ritmos digitales sobre la que volaban las canciones de Drexler. Hoy su música de avanza aferrada a una naturalidad única, en la que incluso los efectos más básicos fueron desplazados, en búsqueda de cantarle al oyente mirándolo a los ojos. Claro que ninguna cuestión estética sería suficiente si no estuvieran ahí las enormes melodías y letras de un compositor que ya está varios niveles más allá de sus compañeros de generación. Entre otras, brilla con luz propia Bolivia, canción en la que participa Caetano Veloso, precisamente para retrotraer aquellas memorables orquestaciones de Livro, el fantástico disco del bahiano.