Los madrileños se pasan por el epigastrio las suspicacias generadas ante su eclosión superbandística con un disco magnífico, sin saldos musicales, que eleva a la máxima potencia su peculiar forma de entender la comunicación de emociones.
Qué: Disco (edita Pequeño Salto Mortal)
Andaba loco el patio español ante la salida del tercer disco de la banda madrileña. La espera valió la pena: después del aperitivo ligero que supuso Los ríos de Alice, banda sonora del juego homónimo (editada el año pasado), llega ahora un disco soberbio, quizá el mejor de los aireados hasta la fecha por Pucho y sus muchachos. Can-cio-na-cas: Golpe maestro engancha en los primeros tres segundos, La mosca en tu pared es inspiración llevada a las alturas de Bubka y Lavillenie (récords insanos llevados al salto con pértiga musical) con versos que se aferran a las entrañas masoquistas como clavos en calor, y hasta los momentos menos vibrantes (Fuego, ¡Alto!) sueltan perlas como «Quién quiere encontrarse si aún no se ha perdido, quién quiere curarse si aún no ha sido herido)» o «Huelen el metal del aire envenenado, yo guardo la fe, no encuentra el milagro»: lanzazos al vientre que en otros resultan redichos y en Vetusta saben a receta ancestral de bizcocho. El grupo se zambulle con elegancia en la bizarrería cuando ataca los compases de Fiesta mayor, emociona con el paisaje dibujado en La Grieta y genera complicidad en la desubicante Tour de Francia. Magistral de cabo a rabo.