El letrista de Tachenko se lanza por segunda vez a la arena poética con este breve volumen que rima en asonante con la excelencia y se lleva de maravilla con el famoso frescor del rocío mañanero.
Qué: Libro (edita Eclipsados)
Sebas Puente Letamendi se encarga desde hace años de la guitarra rítmica, el teclado (ahora le ha dejado las negriblancas a Rafa Domínguez) los coros y las letras de Tachenko, la banda zaragozana de pop que multiplica los efectos euforizantes del eleuterococo con los dos primeros acordes de cada canción. Buena parte de la magia que practican Vinadé, Luna, Domínguez y Libi (actual formación) se nutre de la lírica que aporta Sebas, siempre certera en la sencillez y nunca acomodada en la simplicidad. En esta aventura poética no necesariamente musical, al menos por el momento, el zaragozano se deja llevar por su intuición; así lo apunta en el prólogo otro vate de la tierra, Jesús Jiménez. Lo de caminar sin anteojeras es una marca de la casa, a tenor de lo que exhibía hace seis años en Nos están dando pistas, volumen aireado por Chorrito de Plata, la editorial de Antonio Estación y Enrique Bunbury. Brinda el autor un verso libre en su expresión y también en el trasfondo conceptual: es la suya una voz que no aprovecha corrientes ni transita por la huella del esquí precedecesor. He aquí a un tipo que sabe escuchar a su musa, porque confía en ella: de hecho, se priva muy mucho de encorsetar o modular siquiera la voz que le recita al oído todo tipo de osadías y odiseas.