Después de un prolongado periodo de silencio, el grupo argentino cambia de forma, suma integrantes y presenta un nuevo álbum. Folk-rock sucio y desfachatado, himnos de carretera y una espontaneidad difícil de encontrar en la escena actual.
Qué: Disco (independiente)
Como sucede a menudo en la trayectoria de diversos grupos de indie-rock, en el caso de Los Álamos sería exagerado hablar de una «época dorada». No porque no haya tenido su suceso, sino más bien porque sólo se limitó a determinados ámbitos. Pero corresponde decir que el grupo argentino liderado por Peter López, muchacho de barba desprolija nacido en los Estados Unidos y criado en Buenos Aires, tuvo a mediados de la década pasada una explosión mediática, sustentada en una propuesta tan clásica como distinta. Después de algunos años de silencio y de una aparente disolución (más algunos cambios de formación), la banda retoma su discografía en el punto exacto en el que la había abandonado: interpretando un folk-rock sucio, himnos de carretera atrevidos y definitivamente alejados de las modas. Porque Los Álamos no pretende gustar, pero sí resultar creíble. De hecho, este nuevo álbum fue compuesto en apenas una semana, se grabó en vivo, sin artificios ni intenciones ocultas. Canciones como El vendaval, pesada y llena de sustancia, brilla con luz propia dentro de una obra inesperada, tanto como el derrotero de un grupo que jamás se entrega del todo.
