El sexteto argentino abandonó, sólo por unas semanas, su espíritu casero y la Ciudad de La Plata: en busca de un sonido más limpio y menos amateur, se instaló en un estudio de grabación de Buenos Aires para darle forma a su cuarto disco. Una nueva colección de grandes himnos existenciales que, a pesar del desafío sonoro, no traiciona la esencia del grupo.
Qué: Disco (edita Laptra)
Primera sorpresa a la vista: la preciosa Jazmín chino, inesperada balada existencial que parte en dos al nuevo disco de 107 Faunos, comienza con un piano, más como si fuera un aspirante a himno de Oasis que una continuida de sus influencias habituales, situadas más cercanas al indie rock universitario estadounidense (con Pavement y Guided By Voices como punta de lanza) que del melodrama británico. Tiene su compañera de ruta, Club de observadores, la otra balada de Últimos días del tren fantasma, el álbum en el que el sexteto de la Ciudad de La Plata, capital rockera ubicada en el extrarradio porteño, resuelve ampliar definitivamente su universo. Porque más allá de los matices de estilo, este trabajo es el primero que 107 Faunos graba en un estudio de grabación profesional, un poco en búsqueda de ordenar su producción (casi siempre kilométrica y un poco desbordada), otro poco para que las ideas musicales de la banda, que son muchas y aportan aire fresco al rock argentino de siempre, logren actualizarse y sonar mejor, sin por eso perder naturalidad. Un disco delicioso, repleto de grandes canciones, letras de un costumbrismo adorable y melodías originales, que deja en claro que es posible crecer sin traicionar los principios.