Después de la magnífica Rompecabezas, la realizadora argentina vuelve a sorprender con una historia simple pero de resolución compleja, y repleta de metáforas: un treintañero se entera que será padre mientras le busca sentido a la vida misma.
Qué: Película (estreno en Argentina)
Historia sencilla, significantes complejos. Esa parece ser la fórmula escogida por la argentina Natalia Smirnoff, a quien conocimos con Rompecabezas, en 2009. Porque El cerrajero, su flamante cinta, se vale de una historia simple pero eficaz: un hombre de mediana edad recibe la noticia que una mujer con la que tiene una relación va a tener un hijo suyo. La novedad, inesperada y desestabilizadora, despierta en el protagonista una búsqueda extrasensorial, como si hubiera despertado de un largo sueño. Desde entonces, parece tener una especie de revelación con respecto a las vidas de los demás, suponiendo que sabe qué necesita cada uno a su alrededor. En ese punto entra en juego la metáfora de la película: un cerrajero abre las puertas de los otros, menos las suyas propias. Así, entre encierros personales y aperturas ajenas, parece ir encontrádole un sentido a la vida. Claro que, como todo en la vida, las sorpresas están a la vuelta de la esquina y no todo aquello que imaginamos finalmente sucede. Lo explica la propia directora: «el rival del amor es el miedo, no el odio. Si cada vez nos abrimos menos al amor, nos hablamos y nos miramos menos, terminamos encapsulados y esto se refleja en la película».