Se hizo esperar. Pero desde hace unos días anda suelto por ahí, repleto de buenas canciones y melodías luminosas. Se llama Planes. Es el nuevo disco de Franny Glass, que coloca al artista a la altura de un clásico de la nueva canción de autor sudamericana.
Qué: Disco (independiente)
La portada lo dice (casi) todo. O, por lo menos, lo sugiere. El cantautor llamado Gonzalo Deniz (Franny Glass), se muestra en un giro elegante, ligeramente acrobático. Observa, ensimismado, las diferentes capas de su sombra, tal vez asombrado –pero no lo verbaliza– por los colores que refleja. Es una instantánea de un presente introspectivo, marcado por el ejercicio de aguzar la contemplación. Es el tiempo de Planes, su flamante cancionero, que funciona como síntesis de una obra con una identidad a esta altura poderosa y con ribetes de autor llamado a ser clásico. El nuevo disco tiene grandes canciones, pero eso no es novedad. Es a lo que nos tiene acostumbrados desde el debut como Franny Glass, el precario e intimista Con la mente perdida en intereses secretos (2007), o como cabecilla de la eléctrica banda britpop Mersey. Uno tiene, y eso es lo más importante, la certidumbre de estar frente a uno de los grandes artistas contemporáneos del género canción. Y, como si fuera poco, un poeta fino y sutil.
«Somos jóvenes/ pero miramos atrás como gente vieja», pregunta en Tan campante, después de haber cruzado varios ríos, de permitirse cantar que el amor anda suelto (o algo así) y plantear en las nuevas canciones más preguntas que certezas. «¿A qué paso hay que ir?», titubea, en la que abre el disco, El campo en ciudad. «¿Acaso te olvidás que ya no hablamos más de aquellas metas?», es la pregunta que cierra el disco, evidente ejercicio retórico entrelazado en una poética que calibra cada sonido. Finamente cabreriana.
La canción, en el proyecto Franny Glass, no es exactamente la misma –sería un error afirmar eso– pero sabe mantener la esencia original. Deberíamos hablar de "variaciones Franny", de la manera en que la magia emerge de esas guitarras que saben mezclar a Belle And Sebastian con Fernando Cabrera (síntesis original de dulce melancolía en donde se funda su personal estilo), para arroparse con texturas que va investigando disco a disco. Desde el despojamiento absoluto de sus comienzos, pasando por el ensamble electroacústico del disco Hay un cuerpo tirado en la calle y posteriormente el punto de inflexión que significó El podador primaveral, cuando Xoel López –en el rol de productor– lo llevó a investigar en la raíz montevideana, viaje que supone ir más atrás de Cabrera, al gurú llamado Eduardo Mateo.
Planes, en ese mirar contemplativo, está sin embargo ubicado en el presente de un autor que elige colocar capas sobre capas para encontrar lo que prefiere para cada una de sus canciones. No es fácil. Y por eso es que se hizo esperar y que –por ejemplo– pasaron varios meses entre la primera canción que se difundió (Pasan aviones) y el definitivo lanzamiento del álbum. Para la anécdota, habla el propio Deniz, en estos días de octubre de paso por el DF mexicano, presentándose en bares, en foros, en el metro, en la universidad, en festivales. «El disco se demoró un año porque no terminaba la canción El amor anda suelto. Es el tema que más tiempo me llevó componer y arreglar en mi vida. Así de simple como es, me obsesioné con la letra. No tenía que ser genial, tenía que tener el color exacto que yo tenía en mi cabeza. La podía tararear, pero no encontraba las palabras. Sabía que sería el corte de difusión, sabía cómo sería el vídeo, pero no la podía terminar». Y agrega: «También tenía cierto problema con que se llamara así. Se tiene una idea de que Franny Glass es medio paloma, y que el corte de difusión se llamara así no me parecía muy afortunado. Pero eso tenía más que ver con el "qué dirán" que con algo que a mí me molestara en cuanto a mi obra. A mí me encantan las canciones de amor, me encanta escucharlas, me encanta hacerlas, y me gusta cantarlas».