Una vuelta de tuerca al sonido garrapatero: western para el arranque, ska para la conclusión y cachondeíto (con algo de sal para las heridas viejas) en el interior del bizcocho. El Canijo no cambia de discurso, ni falta que hace.
Qué: Disco (edita EL Volcán)
Desde que Marcos diera un pasito al costado de Los Delinqüentes (ojo, sin que ello tenga connotación alguna de desapego: todo lo contrario) y decidiera probarse solo, quedó claro que el jerezano no pretendía enarbolar un nuevo pendón, ni cambiar de discurso. Tampoco lo hace ahora: historias de su mundo, tan reconocibles como la manteca «colorá» o el bigote de Linares, capitán del Cádiz en los ochenta, a quien la afición del estadio Carranza pedía entre chirigotas que no se fuera al Milán de Gullit, Van Basten, Maldini y Baresi. Comienza La lengua chivata con una pieza de cactus y peine, polvorienta ella, que enseguida se nutre de la garrapatera voz del Canijo y sus oraciones subordinadas a la dictadura de una piel que se eriza con las cosas pequeñas. Nita, de Fuel Fandango, le acompaña en el repaso de estrofas durante los 3’27” de Gladiadores emplumados y el gran Chiquetete presta sus cuerdas vocales al lustre de Vieja rata mentirosa, mientras que Juanito Makandé, carne de la carne de Marcos, colabora en El inminente hongo atómico. Chatarrero de corbata, por ejemplo, es una epopeya flamenca de muchos quilates embutida en literatura kitsch, en la que el protagonista de la película tira de ironía y homenajea de puntillas al héroe anónimo, al chulito romántico que se conmueve con la voz de Camarón. El cierre, con Zapatos nuevos, marca el lúdico epílogo a una obra que no escatima paseos por el lado salvaje y cuestionamientos vitales mechados entre imágenes costumbristas.