La banda madrileña ha enhebrado un sonido ecuménico, que viaja desde el Perú profundo a la verde Erin o los molinos quijotescos de la Mancha. Y saca un disco de canciones inmensas, talladas en bajorrelieve, que se quedan adentro.
Qué: Disco (edita El Volcán)
El año pasado sacaron un EP de cuatro cortes, tres de los cuales aparecen ahora en su primer trabajo de larga duración. Vienen de Madrid e invocan con alegría a ciertos lares andinos, desde Chabuca Granda a Atahualpa Yupanqui, en temas como Ídolos. Al desgranar Loboamigo o Es natural exhiben su versatilidad de registro con un abrazo minimalista al folk de pana, el que abriga. Abrázame y Erosión podrían estar firmadas por Alex Chilton si se hubieran escrito en inglés. ¿Quiénes son estos muchachos, y en qué momento encontraron la máquina de tiempo del doctor Emmett Brown y Marty McFly? Ni en la instrumentación, ni en los (inmensos, redondos) arreglos corales, tampoco en el aire; nada hay que remita a los tiempos actuales. Una conclusión formulada con la sonrisa cómplice de quien ha sido sorprendido y quiere paladear el disco compás a compás. Se hace difícil elegir una sola canción: es más, ¿por qué demonios hay que elegir una? Llegados a este punto se puede echar mano de varios tópicos: bocanada de aire fresco, rayo de sol en la oscuridad, oasis en el desierto… elijan su preferido. Y si no, inventen el suyo propio. Una rodaja de aguacate en el salmón, con una gotita de aceite de oliva en el centro.