El barcelonés se saca de las entrañas otro disco para enmarcar. La épica más conmovedora no necesita de grandilocuencia; acaso un redoble de cadencia arrastrada, letras de calado marítimo –los fondos de río son traicioneros– y la pátina de la belleza que emerge tras el aguacero.
Qué: Disco (edita Bcore)
Al parecer, Ramón Rodríguez llevó el proceso de grabación orgánica hasta el extremo en este retorno discográfico a su casa de siempre, Bcore. Las maquetas, opina, «tenían algo de verdad que era importante conservar hasta el final». Lo que en otros suena a postureo, aquí luce tan sincero como el amor de Wesley por Buttercup en La princesa prometida. Visto el resultado final, el asunto de sellar el filete en la sartén y rematar la receta siguió idéntico patrón de veracidad. Lo que entrega el nuevo Ramón tras una gira de "hasta luego" es un vaivén; diez ondas perfectas, generadas por una piedra plana que cruza grácilmente el remanso de agua que le inspira, como hace Peter Broderick, otro gran cirujano de la música actual. En Mientras sea intruso extrema la maldición humana de «ni contigo ni sin ti», cambiado a «estoy contigo y contra ti»; un alegato sereno y rotundo contra el almíbar de las historias contadas sin la participación directa del músculo cardíaco. Ramón también reivindica el poder narrador del estómago en Reina del Amazonas –con ese arreglo delicioso a los Sugar de Bob Mould– o la desgarradora Quimera, llamada a hermanar las reflexiones del compositor con un montón de almas atormentadas por la fiereza de las angustias pequeñas. El barcelonés de Hamelin abre en canal a sus fieles con el pulso maestro de quien se sabe ducho en el manejo del bisturí, y sutura las heridas con idéntica destreza. Luego se echa a andar, suena la música… y no queda otro remedio que seguirle allá donde nos lleve.