La banda granadina exhibe músculo con su segundo trabajo de larga duración, que plantea una agradable paradoja: las canciones llevan al escuchante a destinos ignotos y, curiosamente, reconocibles.
Qué: Disco (edita El Volcán)
Pájaro Jack ha hecho un camino de libro con la alternancia entre el riesgo y la zapa, los sueños de grandeza y los bocados de realidad. En este segundo disco, dividido en dos impulsos, la banda granadina suma alternativas al pasito trotón elegido en su debut homónimo de 2012: además de facturar canciones de carretera y manta, ahora parece disfrutar en el riego de otros campos de expresión igualmente fértiles. Temas como Ángeles o Volveréis por mí son un buen ejemplo: ilustrarían de maravilla un corro de acampada, fogata incluida. Otros cortes, como Solo había fe, enarbolan un discurso más hondo: la soledad del desengañado, la angustia que cerca la conciencia cuando, en medio del sueño, sobreviene la cruda realidad. Por suerte, en esta y otras reflexiones, Pájaro Jack deja miguitas de pan en el camino hacia la ilusión. Su forma de entender el arte es fácil de abrazar: la búsqueda inagotable de la belleza en toda la diversidad de sus formas. Lo de identificarse con una u otra es cuestión individualizada… de éxito seguro.