El hermano menor de la dinastía sureña argentina –radicada en Buenos Aires– presenta su segundo disco: la misma búsqueda sensorial, una pasión por los climas claustrofóbicos que parece estar en su sangre y una instrumentación delicada y poderosa a la vez.
Qué: Disco (edita Viento Azul)
Vincular a Tomás Aristimuño y su propia música con la obra de su hermano Lisandro es injusto e inevitable a la vez. Es injusto porque su música, esas canciones que parecen querer descifrar los pensamientos y sensaciones más oscuras que flotan en la mente, tiene la solidez necesaria como para valerse por sí misma. Es inevitable porque Lisandro produce sus discos y funciona como el maestro de ceremonias ideal que desearía tener todo cantautor emergente. Mortal atrás es el segundo disco de Tomás, el más pequeño de los Aristimuño (en el medio están las chicas, Luz y Rocío), y tiene el sello familiar: una obsesión admirable por el sonido –resuelta de manera impecable en la producción–, melodías enroscadas pero bellísimas, y una noción de la complejidad –heredada de su fanatismo por Radiohead– como camino obligado hacia el propio lenguaje. Es un álbum de búsqueda, de parte de un músico que parece estar buscando su propia identidad, y que va por el premio grande: alzar una voz propia sin por eso renegar de su linaje.