Salvaje Montoya publica un nuevo trabajo en el que adrenalina y rock se funden en un coctel tan explosivo y acelerado como la más fuerte de las bebidas energéticas.
Qué: Disco (edita Bcore)
Después de escuchar los diez cortes que componen Rompiendo la yuca es muy probable que lo primero que surja sea un «ufff». Y es que el segundo álbum de Salvaje Montoya es un verdadero coctel explosivo que fusiona rockabilly, garage, rock and roll de herencia latina –se presentan como discípulos aventajados de los Mirlos y Los Peyotes–, algo de punk, surf y hasta un aroma de las bandas sonoras de Tarantino. Claro ejemplo son canciones como Santa mamita del Raval o Serpientes en celo, con un estilo contundente y alejado de todo complejo. Las letras son otro punto a tener en cuenta: historias surrealistas y enrevesadas donde las mujeres, los excesos y lo oscuro convergen en canciones de difíciles estribillos. Se podría decir que la banda barcelonesa aporta un granito más de arena a un rock que, como un añejo vino tinto, tiene mucho y buen poso.