El autor peruano, docente y ensayista, se estrena en la novela con una historia que hiela la sangre, un misterio que no necesita de lugares comunes en la narrativa de suspense para atrapar sin remedio al lector.
Qué: Libro (edita Candaya)
Cuando se cruza una barrera, es mejor hacerlo con decisión, sin dudas que permitan a la reflexión ganarle el pulso a la osadía. Faverón, docente latino en el rincón más gélido de la tierra del águila, ha derrochado arrojo en su primera incursión novelística, a la que llega tras un amplio bagaje periodístico, investigador y ensayista. La trama de El anticuario es tan heladora como Maine, donde reside el autor, y arranca así: «Habían pasado tres años desde la noche en que Daniel mató a Juliana, y su voz en el teléfono sonó como la voz de otra persona. Habló, sin embargo, como si nada hubiera sucedido jamás». El asesino al que alude este párrafo es el mejor amigo del narrador, está encerrado en un psiquiátrico porque su familia pudo permitirse la compra de ese veredicto y ahora es acusado de otro. Con esta línea argumental, Faverón va tejiendo un monstruo poliforme que deja rastro visible y, al mismo tiempo, se enriquece con flashes y subtramas de emotividad extrema, sin soslayar referencias históricas ni miradas a la parte más aterradora del alma humana. El alma del reportero estudioso se recrea doblemente: en el hecho mismo de la comunicación y el bocetado de esos monstruos que produce el sueño de la razón.