No es que el suyo haya sido un cambio radical pero sí que en el cuarto disco de Nudozurdo hay un claro giro tanto en su estilo como un su forma. Sigue con su toque oscuro y áspero pero la electrónica entra por la puerta grande.
Qué: Disco (edita Everlasting)
Nudozurdo no es ahora la misma banda que publicó su debut Sintética a finales de la pasada década. Ni su bagaje ni su formación se mantienen iguales y mucho menos su estilo. Con cada trabajo algo cambia en el grupo madrileño y en este nuevo el giro es más pronunciado. Gran parte de culpa o de mérito, según se mire, la tiene Leo Matos –autor y voz de casi la totalidad del reciente Rojo es peligro– y su inmersión en la electrónica y los aparatos digitales, como bien demostró al frente de su proyecto en solitario Acuario hace apenas unos meses. En este álbum hay abundantes sonidos sintéticos, ritmos más marcados y ciertas dosis de psicodelia electrónica aunque la esencia de Nudozurdo se mantiene casi intacta. Su gusto por las aristas, lo oscuro, lo difícil y lo perturbador está ahí. En cuanto a las letras, también se percibe un cierto disparo hacia lo directo y lo social en detrimento de lo metafórico, como en el tema elegido como presentación El grito, una canción abiertamente política y posicionada. Para quienes le conocían de antes, el disco abrirá nuevas puertas. Los que le descubran ahora acabarán encantados.