Rubén «Chico Raro» Díaz y Carlos Villar son el núcleo de un proyecto que, para dotar de fuste el alzamiento de telón, ha duplicado el número de miembros y multiplicado por mil el encanto de unos clásicos instantáneos, destinados a musicar por igual aldeas cercanas y fronteras lejanas.
Qué: EP (independiente)
Suena a todo. Descubrir la fórmula del agua tibia está sobrevalorado; suele ser mejor encontrar una voz propia en el abrazo de esquemas conocidos. Rosarito nace a las orillas del Ebro como si el Ebro fuera el Río de la Plata, o el Pecos, y las Bardenas ganaran en impacto fílmico a la Baja California: Aragón como región de Pangea, luces pequeñas que iluminan entornos inabarcables. Rubén Díaz (voz, guitarras), Chico Raro para los amigos de las emociones desatadas, buscó la complicidad de Carlos Villar (acordeón, teclados, arreglos) para dar forma a seis canciones que le tamborileaban las células grises. En la grabación buscaron amigos para los toques finales, y los colores aportados al lienzo se quedaron en la paleta: Roberto Artigas (bajo, banjo) y Joaquín de Carpi (batería, percusiones) ya no se han apeado del vagón Rosarito. La salida de este primer EP (Montse Martín colaboró en los coros y Alberto Salesa en la trompeta, con Xavi Estivill en la mesa y Javier Roldón en el mastering) supone para todos ellos una nueva luz en trayectorias ya baqueteadas en otros proyectos y discursos. Un punto de humor negro, la aproximación al corrido, las baladas de polvo en las botas e incluso el punto de psicodelia beatle de Dando pista, el tema de cierre. Seis canciones salvajes como las fresas de Bergman, en mirada sostenida al entorno y los fantasmas de sus propias historias.