Paciencia. Ocho tentativas se antojan escasas, y veinte años no son nada. Si esperamos con paciencia, espíritu crítico y rictus adusto en la cara, Burns y Convertino acabarán haciendo un disco malo. O mediocre, al menos. Esta vez… han vuelto a bordarlo.
Qué: Disco (edita City Slang)
Antes de que Joey Burns y John Convertino decidieran volcar en el magma universal el sustrato de sus obsesiones y sensibilidades personales, Tucson era la ciudad de Link Wray, Duane Eddy, Farrah Fawcett, Susan Sontag o el gran Ray Bradbury, el escenario del duelo de OK Corral, uno de los enclaves más alabados de las barras y estrellas. Desde 1995 es la casa de Calexico y la música auricular: el dúo observa, asimila, canaliza la sangre venosa y la filtra, para expulsarla por los ventrículos a las arterias de su audiencia. En vez de organizar un espectáculo gore (la alegoría se las trae, disculpen ustedes), la música de Calexico tiene un efecto sanador: es un caudal incesante de belleza, que se nutre por igual de afluentes oscuros y coloridos. Así, la cumbia, el folk, el rock y el country alternativo comparten espacio con otras invitadas genéricas en un disco de doce cortes que, entre otras presencias, cuenta con la colaboración de la mexicana Carla Morrison y la banda griega Takim. Los capitanes del buque van pintando el lienzo con tonos terrosos, reconocibles en su diversidad, dejando en el camino perlas como la fiestera Beneath The City Of Dreams, la entrañable Woodshed Waltz (un dos tres, un dos tres) o esa Tapping on The Line que tiene al cuello la voz de Neko Case como lazo azul celeste: una canción para atravesar desfiladeros a velocidad de crucero, sonriendo en silencio. Para los más devotos hay una edición deluxe con seis temas extra.