Daniel Córdoba-Mendiola sería un cliente premium de cualquier plataforma polimorfa de asistencia al viajero… si no fuese porque su aproximación a la fascinación por deslocalizarse y contarlo es otra cosa: miradas «obje-subje», mimo en la selección y verbo con chispa.
Qué: Libro (edita Libros de Vanguardia)
Nos caes mal, Daniel Córdoba-Mendiola. Hay varias razones: vienes, según reza tu introducción a esta obra, de una familia de grandes viajeros. En segundo lugar, escribes sobre ciudades maravillosas de todo el planeta, desde las más luminosas a las outsiders de los focos, por experiencia directa. Tres: cazas tendencias, las guardas en cajas cúbicas de metacrilato muy transparente (o en la nube, o en tu cabeza) y las exhibes a quien sabe apreciarlas. Cuatro: te distancias desde el principio de las guías de viaje, con el buen gusto de no ofender a quienes las hacen. Simplemente, dices, lo tuyo es otra fragancia. Y lo es. Porque Austin va más allá de los músicos locos, el South By Southwest y la esencia del savoir faire que adorna a Burns y Convertino; Ljubljana, en tu texto, luce cosmopolita sin dejar de oler a bosque. Tienes mirada local para Venecia, truhán, y probablemente algún vaporetto-hovercraft escondido en un amarre secreto. Sabes que Amberes es el mejor sitio para ver de cerca cosas que en otros puntos más populosos de Europa hay que disfrutar de lejos. ¿Brasilia, en vez de Río, Salvador o Porto Alegre? Lo tuyo es «hardcore»… y funciona. Nos confirmas que al encanto de Dubai le quitas el «en» y queda de cisne, y te atreves a mirar con cariño a Portland. En fin… ¡provocador!