El cantautor argentino muestra su cara más rockera para seguir expandiendo su increíble variedad de recursos: con la canción como arma principal, un viaje a Europa sobre la espalda y unas cuantas aventuras, su nuevo disco confirma su talento.
Qué: Disco (independiente)
Pablo Dacal inició su discografía solista hace más de una década, con un sonido eminentemente acústico, inspirado en las viejas orquestas de salón y los aromas musicales de otras épocas. Pero el rock corre por su sangre desde mucho antes, más precisamente de cuando compartió escenarios y giras con Coki y sus Killers Burritos en Rosario en los años 90. Baila sobre fuego recupera aquel pulso para mostrar al Dacal más inspirado y completo: el hombre de las mil melodías y la frecuencia vocal a lo Lennon, sintetizada como nunca antes en la magnífica canción El peregrino, una de las joyas de este nuevo álbum grabado en Berlín y mezclado en Buenos Aires. Baila sobre fuego es tan genuinamente clásico como puede serlo una obra culmine que no se guarda nada, como cuando en los años 60 los discos eran más expresiones sensibles y urgentes de rock libertario que productos diseñados para las modas del momento. En libro interno, el periodista Martín E. Graziano escribe: «Cien mapas del mundo que, superpuestos sobre la mesa, forman un laberinto: su centro es la canción porteña del Siglo XXI. El Minotauro fue seducido para la causa del trovador». Una buena definición para resumir un álbum consagratorio en el que todo está a la vista, donde Dacal muestra una infinidad de recursos (que van de El beso de las buenas noches a cosechas imperdibles como El vendaval y Dulce vida), como un eslabón perdido entre Palo Pandolfo y Moris que ataca el rock clásico con la esencia porteña de su autor, en el que Dacal nunca deja de ser él mismo.