En su flamante segundo disco, el cuarteto argentino abandona su origen folk-rock para ampliar sus propias fronteras y experimentar con el pulso bailable. Psicodelia, ritmos digitales y pop electrónico son los nuevos ingredientes de un menú que merece la pena degustar.
Qué: Disco (edita Crack)
El álbum de debut de Una Fábrica, publicado en 2013, podría definirse como una acertada comunión entre el folk tradicional y el rock urbano. Por eso sorprende tanto que en su segundo disco las cosas hayan cambiado tanto. Lo cierto es que lo hacen para bien. Con la premisa de no repetirse, el cuarteto porteño parece decidido a arriesgar, tarea para la que reclutaron los servicios de Tuta Torres (flamante nuevo bajista de Babasónicos) y Migue Castro (ex Victoria Mil) para la producción de Nuevas reglas. El título de este segundo trabajo no es azaroso, más bien al contrario. En el renovado repertorio de Una Fábrica ahora caben las canciones bailables, los ritmos digitales, la psicodelia y las letras provocadoras, en sintonía con el sonido que en los años 80 dominó buena parte del pop mundial, con Daniel Melero y sus Encargados como referencia local. Las canciones, sin embargo, siguen ahí: estribillos pegadizos y estructuras definidas para un álbum tan inesperado como admirable en su afán de cambio.