Fiel a llevar la contraria, la más reciente obra del colombiano Edson Velandia no es un disco sino un libro, un cancionero como los de antes, con los que la gente se aprendía las letras de sus canciones preferidas.
Qué: Libro (edita Cinechichera, Volcán Ediciones y Festina Lente)
El año 2007 marca el inicio de un género musical (y unipersonal) bautizado por su inventor, el piedecuestano Edson Velandia, como «rasqa»; una exuberante mezcla sonora y poética que recoge y sintetiza música andina colombiana, jazz, rock y canción popular, y arroja como resultado piezas incatalogables, de especie única y vitalidad impetuosa. Aproximándose a la picaresca, o sumergiéndose en una criolla, si se quiere, Velandia plasmó, como nadie, lo más retorcido y divertido de los colombianos en Once rasqas, su álbum de debut, que presentaba a un hombre burro en la tapa. A partir de allí, creó una mitología propia de su género que extendió en sus siguientes discos: Sócrates, Superzencillo, Oh, porno!, 728 ambulancias, La lengua del León y Egipto. Reqien rasqa pa Cielito, el canto del cisne, o mejor, del burro Velandia y su banda La Tigra en 2011.
Pero eso no significó que Velandia, creador compulsivo, dejara de escribir canciones, sólo dejó de editar discos. A cambio de ello se empecinó en ofrecer conciertos conceptuales –algunos en colaboración con colegas amigos– y óperas rasqa; así, entre 2011 y 2015, ciudades como Bucaramanga, Bogotá y Medellín presenciaron actos memorables como Sinfonías municipales, Rasqa morse, Rasqas púbicas, La bacinilla de peltre y el flamante Aputói: canción de un solo tiro.
Entonces, para dejar testimonio de lo que ha cantado pero no ha grabado en los últimos cuatro años, Edson Agustín Velandia, decidió reunir todas sus canciones en una pieza caída en desuso: un cancionero. Editado por Cinechichera, Volcán Ediciones y Festina Lente Discos, Cancionero rasqa no sólo contiene las letras originales de las canciones de todos sus discos y sus conciertos temáticos ya mencionados, también presenta las del disco inédito Los desorientales, grabado a dúo con el saxofonista Jacobo Vélez en 2011, y una colección cuyo autor ha bautizado como Dios meo que incluye la escalofriante La muerte de Jaime Garzón, uno de los pasajes esenciales de lo que ahora podríamos llamar «el evangelio según Velandia».
