Una de las piradas favoritas de la escena española, sin duda. Sole Parody pare un nuevo vástago destinado a pasar los recreos en una esquina del patio, dibujando elfos y superhéroes en su tableta, animándolos después, poniendo música a la historieta…
Qué: Disco (independiente)
Lo estudió todo; gracias a ello, se siente libre para confesar en cada composición que prefiere partir de pequeñas certezas para llegar a lugares insospechados, que acaba convirtiendo en hogares transitorios. Le Parody es una couchsurfer de las sonoridades: viaja, contacta, se empapa, vuelca, da forma, desestructura y rearma, en una secuencia sin orden preestablecido, que en esta ocasión coproduce junto a César Berzal. La base que alimenta a sus acólitas maquinales es siempre orgánica: la trompeta de Frank Santiuste (compinche de El Twanguero en los directos, por cierto) es el mejor ejemplo de los colores que encierra la paleta de mademoiselle Parody; temas como Saetas en el aire (¿habrá conocido Sole a las dominicanas Mula?) o Quise ser beben del manantial mantra y se acrisolan en el fondo del horno gracias a la buena mano de su creadora a la hora de cocer canciones a fuego lento. El cierre, Cae cae cae, es a la vez desasosegante e hipnótico: además, cumple con una función muy importante en toda obra artística: convencer definitivamente al receptor del estímulo de que el emisor tiene un discurso fuera de lo común: capas y capas vocales, segmentos dodecafónicos, un hilo conductor que bien podría ser la alegoría de una lentísima caída libre y, de colofón, fundido minimalista a cuerda. Vaya elementa.