Yanara Espinoza aborda un nuevo reto profesional con un álbum complejo, desprejuiciado, lacerante, con Sebastián Litmanovich y Miguel Aguas como fieles escuderos y responsables del despliegue de velas.
Qué: Disco (edita Jabalina)
Yanara Espinoza, canaria de ascendencia chilena, se ha aliado con Sebastián Litmanovich (Cineplexx) y Miguel Aguas (con quien ya compartiera esfuerzos en Violeta Vil) en este proyecto que ahora cristaliza en placa: debutar en el FIB sin disco editado es un aval de la confianza que ha despertado el talento de esta artista. Litmanovich ha revestido de calor maquinal y detalles orquestales las canciones que Yanara cincela desde su escondrijo confortable, acondicionado para mezclar emociones contrapuestas y jugar con todo tipo de sensibilidades: la angustia trenzada alrededor de un sugerente esqueleto rítmico (El secreto), el abatimiento arrojado a escobazos (El rey de las camas), el toque playero de Mira su fuego, cantada a dúo con Elsa de Alfonso, o la acuarela barroca que camina hacia el surrealismo (Ahumar). Yanara trae a la memoria a grandes damas de la canción bizarra latina, que marcaron camino a principios de milenio, como Ely Guerra o la Érica García de El cerebro; también hay herencias de la onda nuevaolera española –con un punto naif en la estética y punk en la ética– que cabalgó entre la movida madrileña y la eclosión indie. Este nuevo discurso suyo acaba de arrancar: habrá que esperar a las conclusiones.