Vienen prejuicios. ¿Debemos hablar a los niños como si fueran… niños, otra cosa? ¿Sirve de algo mechar canciones infantiles con términos sesudos? ¿Es mejor el pop que el rock o la salsa para generar empatía con los peques? Petit Pop los rebate todos con éxito, ska, boogie, chanson, volapié y sonrisa franca.
Qué: Disco (edita Músicas de Sastre)
Los pequeños exigen. Su ventana de atención es aún más escasa que la de los adultos, y cualquiera que ose convertirlos en su principal foco de trabajo debe tener muy claro que no hay segundas oportunidades, y sí miles de elementos que constituyen sin esfuerzo una oferta de ocio mucho más atractiva. En 2010, este combo nació con retales de ilustres indiepersons (llegadas de Pauline en la Playa, Nosötrash, Edwin Moses o Undershakers) para defender su aproximación a este reto con argumentos de peso: canciones pop, coloristas y variopintas, de letras imaginativas, que combinaran el discurso dulce con la erudición no forzada (nada de esfuerzos didácticos: lo de Petit Pop es ósmosis, zumo de limón, nenúfares en una charca de agua limpia); las canciones, divertidas, huyen sin alharacas del empalago y ponen el foco en la sonrisa sincera de niños y progenitores. Los suyos son discos (este es el cuarto) para oír en casa y conciertos que significan compartir experiencia en familia, sin muecas de aburrimiento en ninguno de los miembros. Con oír Boogie lunático ya se puede uno hacer a la idea; a Kate Pierson o Frankie Avalon les hubiera encantado cantar esta rola. Mi gato Schrödinger (quizá la mejor de todas) podría formar parte de la discografía de Vainica Doble en una improbable (aunque atractiva) colaboración con The Cramps. Spoiler: el gato vive. Más temazos: No hay Wifi, Como un astronauta, Despedida… son muchos, hasta el punto de que perdonarles por La fruta o Vámonos en bici se hace fácil.