Es un disco, pero a veces parece un combate de boxeo. En cada asalto, el púgil dominante de seis brazos ataca sin pensar en la defensa; el rival, acorralado y reservón, devoto de los esquemas trillados, viene a pelear sin argumentos y se queda sin aire desde el principio. Familea Miranda gana claramente a los puntos.
Qué: Disco (edita Bcore)
La banda chilena asentada en Barcelona (a Milo y Katafú se les une ahora el batería catalán Álex Farré, ex de Parmesano) acumula media docena de discos en su trayectoria de tres lustros. Con el nuevo esfuerzo ratifican varias cosas. Para empezar, el discurso combativo –en las formas y en el fondo– no varía. En segundo lugar, sus pares en la cruzada transversal contra la homogeneización de las formas están ahí cuando el grupo enciende su señal luminosa, como ocurre en el tema Guerra nuclear; en dos minutos y veinticinco segundos desfilan por la canción Papa Dupau y Spazzfrica Ehd de Za, Ondrej Jezek de la banda checa OTK, Marco de Above The Tree, Jose Mascarpone de Betunizer, Ubaldo, Abobinable y Marta Naudí a las voces y Edu Circonite a la guitarra. En tercer lugar, es justo decir que Familea Miranda interpreta de modo muy personal el manual de saltos de fe que usan Fugazi, Sabot, sus admirados No Means No o, por supuesto, Shellac. Bandas como Betunizer o Picore (no es casualidad que se guarezcan todas de la lluvia bajo el mismo paraguas del sello Bcore) son otros ejemplos de esa búsqueda en canoa, hardcore y ácrata, con olla de oro al final del arco iris. Este Radiopharm arranca con la tremenda instrumental Cocowawa y solivianta en paradas tan afiladas como la reivindicativa Bon preu o la feroz Bon nature. Caballo de alquiler se asienta sobre una base de jabs y crochets sonoros que dibujan la imagen de un boxeador ensañándose con su rival grogui. Secuestradores exhibe la importancia que debe tener Farré en el presente/futuro del grupo, y los latigazos guitarreros de Mm eliminan el último resquicio confortable a una escucha que se disfruta más en movimiento pendular.