Voz y piano: con una economía de recursos reservada únicamente para los grandes intérpretes, el legendario autor argentino despliega sus artes interpretativas para ponerla al servicio de un pianista excepcional.
Qué: Disco (edita Warner)
Dos días le hicieron falta a Andrés Calamaro y a Germán Wiedemer para registrar las diez canciones que dan forma a Romaphonic Sessions. Dos días que no fueron pensados como jornadas de grabación sino como epifanías musicales que ahora terminan eternizadas en un álbum inesperado y definitivamente inspirado, registrado a la antigua. La reunión entre Calamaro y Wiedemer fue precisamente en los Estudios Romaphonic de Buenos Aires. Allí grabaron una serie de interpretaciones a dúo que luego Calamaro recibió por correo electrónico. Sorprendido por la pureza del sonido y la espontaneidad del registro, enseguida le quedó claro que allí había un disco. Wiedemer, pianista y productor de vasta experiencia y varios diplomas en las Escuelas Bill Evans, resulta el complemento ideal para la ductilidad vocal de Calamaro, que recorre un repertorio espontáneo que incluye canciones que solía entonar en distintas épocas, además de algunos tangos y zambas que en pocos segundos hace suyas. Brillan con luz propia la extraordinaria Milonga del trovador, las versiones de Biromes y servilletas (Leo Masliah) y Nueva zamba para mi tierra (Litto Nebbia) y Paloma, donde la épica eléctrica de la original mantiene sus encantos despojada de toda distorsión. Un disco excepcional para escuchar a la luz de las velas.