Los muñecos de Playmobil son una oda a la sencillez y, al mismo tiempo, un dechado de complejidad conceptual: todo muy alemán… y muy universal. Es el milagro de miles de formas muy poco pirateadas: cuatro décadas de éxito resumidas en un libro para atesorar.
Qué: Libro (edita Lunwerg)
Han pasado ya cuatro décadas (y dos añitos más, para ser totalmente precisos) desde que los Playmobil aparecieron en el mundo. El invento es alemán: se presentó sin éxito en una feria de Nüremberg en 1974, pero muy poco después llegó la gloria en forma de aceptación masiva, situación corregida y aumentada en los años venideros hasta la actualidad. Lo curioso es que la empresa matriz, creada a finales del Siglo XIX, se dedicaba a fabricar herrajes y cerraduras para joyeros y baúles. En los años 70 del siglo pasado, con la crisis del petróleo, se orientaron al juguete: el avispado responsable del I+D en la empresa, Hans Beck, no solamente se adelantó a esta denominación tan manida en el nuevo milenio, sino que inventó estos pequeñazos articulados con accesorios que permitían multiplicar las posibilidades de juego de los peques… y de sus padres, no nos engañemos. El credo de Beck con su idea se basaba en tres pilares: nada de violencia, nada de horror y nada de gregarismo. Esto no es exacto, pero el matiz convence: si bien los playmobil (clicks en España, que los recibió en 1976) usan armas circunstancialmente, siempre se encuadran en un contexto: por ejemplo, si son policías o constituyen elementos históricos. Dorothée Charles revela detalles, secretos y curiosidades de modo generoso en estas casi doscientas páginas en cartoné que conforman un libro realmente precioso. Hora de jugar…