Dieciséis trabajos de larga duración y un cuarto de siglo en la trinchera es el aval de Antonio Luque bajo su alter ego de Sr. Chinarro, apellido del personaje-némesis de los payasos de la tele en España; el último, además, es una punzada de terapéutico dolor para el alma.
Qué: Disco (edita El Segell del Primavera)
Las letras no entran con sangre. Desacreditar a los progenitores y maestros que aplicaban este axioma a los muchachos con poca afición a los libros podría ser la buena obra vital para un bardo habituado a caminar por las trastiendas del universo. Antonio Luque, empero, no es un hombre de cruzadas; más bien corresponde al esquema de creador reflexivo, que gusta de andanadas a bajas revoluciones a la hora de contar historias lacerantes: de esas que parecen echar una pizca de sal en cada herida. De la producción tendente a ese low-fi descarnado que caracteriza a Luque se encarga J, de Los Planetas, compinche certero en la transmisión de sensaciones. Temas como El castigo son un ejemplo perfecto de quién es el Sr. Chinarro y la naturaleza de la religión que profesa: «El potro de tortura/ Es parte de la diversión/ La vida no es tan dura/ Déjate de inquisiciones/ Que no van contigo/ Levántate el castigo». ¿Qué se puede decir a eso sin caer en disquisiciones churriguerescas? Nada. Chinarro gasta verso corto de largo alcance, calado profundo y permanencia asegurada. La fiebre del oro regala otras joyas en forma de frases lapidarias: «Tierra prometida/ Mar abierto en canal/ Siguen con la criba/ Díme de qué lado estás/ ¿Del lado de las piedras / Que no sirven para nada?/ ¿Del becerro y el vaquero/ Que por el metal dispara?». Lo dicho: sí al chinarrismo.