Francisco, el Hombre presenta su primer álbum de larga duración como si se tratase de un testimonio de su tiempo, entregando una música vibrante que resulta actual pero que además no parece tener fecha de caducidad.
Qué: Disco (independiente)
En muchos aspectos, Francisco, el Hombre es un producto de su tiempo: un grupo de jóvenes de orígenes diversos unidos por la utopía de vivir de forma artística y colaborativa, que tiene a la ruta y a los viajes como camino y objetivo. Además de esa creencia, si bien su sonoridad puede tener influencias de nombres del pasado, sus referencias más claras son sus contemporáneos, en especial las bandas que propagan la idea de integración latinoamericana y que usan arreglos acústicos de impronta rockera, como es el caso de Cuscobayo, de Brasil, y los inicios de Onda Vaga, de Argentina.
Su debut, el EP La pachanga (2015), esbozaba esa identidad que luce ahora mejor dibujada en Soltasbruxa, su primer álbum largo. La energía que presenta el quinteto brasileño en sus conciertos está muy presente en el disco gracias a una producción que dio prioridad a la ejecución por encima de la técnica. En ese contexto las percusiones ganan fuerza, incorporando los ritmos brasileños a las sonoridades latinas.
Así, los temas más difundidos son los que tienen esa combinación en la dosis justa: el samba anticapitalista Tá com dólar, tá com Deus y el batuque de Bolso nada, una crítica feroz al infame diputado brasileño Jair Bolsonaro, conocido por defender la dictadura militar y por su desprecio a las minorías. Pero Francisco el Hombre también suena poderoso cuando hace algo exclusivamente percusivo, como en Não vou descansar –que contiene la esencia de los cantos de capoeira–, o más delicado, como en LoboLoboLobo! En síntesis: un disco enérgico, inspirado y que rebosa encanto y actitud.