Best Small Festival para los moradores de Iberian Festival Awards. El sello viste mucho; es lógico que la cita asturiana lo asuma con orgullo. Lo de pequeño es solo en tamaño literal, por lo de artesano y poco pretencioso: el criterio de programación de Gijón Sound Festival es grande en miras y tino.
Por tercer año consecutivo, Gijón hace gala de su amor por la música con un consomé concentrado de talento y gusto. La localidad costera asturiana se mece desde siempre en la cuna del amor por la cultura: es ciudad de cafés humeantes, semanas negras, días de vino y rosas, fútbol de barro, versos de seda, grisura con explosiones súbitas de rojo Coppola.
En la música gastan cedazo fino, con este festival como excelente muestra de tal argumento. Hoy, en la jornada inaugural, ya asoma Glen Hansard: sí, el de Once, el barbado bardo que nos saca el lado tierno muy a nuestro pesar. Luego, en el Albéniz, cartel compartido de aúpa con Julieta Venegas y Manel, dos formas diferentes y compatibles de erizar el vello al público.
¿Y qué me dicen de mañana? Un vermú con el Joe Crepúsculo es un señor vermú, merecedor de alargarse hasta que Depedro entre en juego a la caída del sol. Después toca elegir: los aullidos elegantes de Los Bengala o la bizarrería galopante de Novedades Carminha (adjetivación en consonante, esa tentación) para cerrar la noche con el dúo londinense Manuela, la mejor noticia de tu día si el asunto te pilla en fuera de juego.
El domingo, cierre con más música cómplice a la hora del aperitivo. En medio del fregado, el sábado por la tarde, se presenta en coloquio (ahí asoma Nacho Vegas, anfitrión natural) un libro «indiespensable» con «e» en el medio: Cómo no llevar un estudio de grabación, reflexión en voz alta y carne propia del simpar Paco Loco. Por cierto, hoy a la medianoche se convoca paseo comunal en bici por las calles de Gijón…
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